En los inicios del siglo XX, una
nueva maravilla, fruto del progreso industrial, comenzó a introducirse en las viviendas
de los más afortunados, sustituyendo a las viejas e inseguras luces de gas: las
nuevas lámparas eléctricas del Mago de Menlo Parck, Tomas Alva Edison.
Además de un mayor flujo luminoso
y la substitución de un proceso altamente demandante de oxígeno, la combustión
de un gas, por uno que no lo necesita, la incandescencia, estas nuevas fuentes de
luz ofrecían una substancial mejora en la seguridad en las viviendas, puesto
que las instalaciones de gas eran el origen de un alto porcentaje de los
incendios en las viviendas que tenían estas instalaciones.
Edison y sus socios, entre los
que se contaba el banquero Morgan, entendieron que todo ayudaba, pero que el
motor de la gran apuesta por la introducción de la energía eléctrica en la vivienda
era precisamente esta mejora de la seguridad; nadie estaba dispuesto a que un incendio
acabara con una parte importante de los bienes e incluso los recuerdos,
acumulados a lo largo de los años. De esta forma la gran apuesta de la energía
eléctrica frente al resto de alternativas fue, desde sus inicios, la mejora de
la seguridad de las instalaciones eléctricas de forma que en ningún caso pudieran
ser origen de un incendio, ni vector da su propagación.
Viendo las cosas con una cierta
perspectiva histórica es cierto que la alternativa eléctrica mejoró mucho la
seguridad de las personas y de los bienes, pero en la situación actual, en la que
la electricidad es, en la práctica, la única energía distribuida en los hogares,
el porcentaje de incendios que la tienen en su origen no puede llevarnos a pensar
que no se puede ir más allá en la mejora del control de las faltas en las
instalaciones eléctricas.
Y, preguntareis, ¿cuál es esta
situación? Pues las estadísticas más actuales de las que disponemos indican que
la electricidad está en el origen del 20% de los incendios con víctimas mortales
en edificios, y del 16% en el caso das viviendas. Es mucho, pero seguro que bastante
menos de lo que pensabais antes de ver los datos.
Es evidente que para mejorar ese porcentaje
debemos estudiar el mecanismo o mecanismos, por los que una instalación
eléctrica origina un incendio. Métodos como fumar mucho más, convertirnos en
pirómanos o cualquier otro que haga crecer los porcentajes de los otros
orígenes, están enérgicamente desaconsejados.
Ahora un poco más en serio. Si hacemos
caso de los periodistas e incluso de algunos, demasiados, profesionales
implicados en la construcción, el origen de la mayoría de los incendios en los
hogares son los cortocircuitos. Así, sin más.
Recordemos que un cortocircuito es una disminución brusca
e irreversible de la impedancia de un circuito. O dicho de forma más coloquial,
que la corriente en lugar de circular por el camino previsto que incluye al
consumidor toma un camino más corto.
Como el sistema eléctrico es un sistema gobernado por la demanda, la corriente
que circula por ese circuito corto es
bruscamente mucho mayor, ¡tan grande como la que pueda suministrar la fuente a
ese punto! Y eso es mucho; en ocasiones hasta mil veces más!
Cuando se analiza un poco más la teoría do cortocircuito como origen del
incendio comienza a mostrar sus debilidades.
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Vale. El origen fue un cortocircuito, pero, cómo se originó ese cortocircuito?
E incluso más. Si repasamos el Triángulo del fuego, y otorgamos nombres
propios a cada uno de los lados, el comburente sería el oxígeno y la energía de
iniciación de la reacción el cortocircuito;
pero, ¿quién sería el combustible? ¿Los aislamientos de los cables y los
materiales de la canalización eléctrica? ¿Y cual sería el mecanismo por el que
un fenómeno violento, eso sí, pero necesariamente muy breve, del orden de los
milisegundos por la actuación de las protecciones, consigue transformar una
cantidad suficiente de material de estado sólido a estado gas? No debemos
olvidar que el combustible tiene que estar en estado gaseoso para poderse
combinar con el comburente y que, lo que llamamos Triángulo do fuego es en realidad
un tetraedro en el que la cuarta cara expresa la posibilidad de que la reacción
de oxidación se pueda mantener en el tiempo.
A estas alturas de la lectura,
comenzamos a pensar que hay algunas posibilidades de que sea cierto aquello de
que la teoría del cortocircuito no lo
explica todo, pero para llegar al conocimiento de los mecanismos por los cuales
una instalación eléctrica puede originar un incendio y, sobre todo, de las
formas de impedirlo, necesitamos un poco más de espacio. Por ello, se os parece
adecuado, lo dejaremos por hoy y como si esto fuera una novela de misterio ponemos
aquí el ...
(Continuará).
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